La Hna. Restituta Kafka no había alcanzado aún la mayoría de edad cuando expresó su intención de entrar al convento. Sus padres se opusieron, pero la joven permaneció fiel a su objetivo de ser religiosa «por amor a Dios y a los hombres». Quería servir al Señor especialmente en los pobres y los enfermos. Ingresó en la congregación de las religiosas Franciscanas de la Caridad Cristiana para seguir su vocación en el servicio diario del hospital, a menudo duro y monótono. Auténtica enfermera, en Mödling se convirtió pronto en una institución. Su competencia como enfermera, su eficacia y su cordialidad hicieron que muchos la llamaran sor Resoluta y no sor Restituta.
Por su valor y su entereza no quiso callar ni siquiera frente al régimen nacionalsocialista. Desafiando las prohibiciones de la autoridad política, la Hna. Restituta colgó crucifijos en todas las habitaciones del hospital. El miércoles de Ceniza de 1942 fue detenida por la Gestapo. En la cárcel comenzó para ella un calvario, que duró más de un año y que concluyó en el patíbulo. Sus últimas palabras fueron: «He vivido por Cristo; quiero morir por Cristo».
Contemplando a la beata sor Restituta, podemos vislumbrar a qué cimas de madurez interior puede ser conducida una persona por Dios. Puso en peligro su vida con su testimonio del Crucifijo. Y conservó en su corazón el Crucifijo, dando un nuevo testimonio de él poco antes de ser llevada a la ejecución capital, cuando pidió al capellán de la cárcel que le hiciera «el signo de la cruz sobre la frente».
Muchas cosas nos pueden quitar a los cristianos. Pero la cruz como signo de salvación no nos la dejaremos arrebatar. No permitiremos que sea desterrada de la vida pública. Escucharemos la voz de la conciencia, que dice: «Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5,29).
Por su valor y su entereza no quiso callar ni siquiera frente al régimen nacionalsocialista. Desafiando las prohibiciones de la autoridad política, la Hna. Restituta colgó crucifijos en todas las habitaciones del hospital. El miércoles de Ceniza de 1942 fue detenida por la Gestapo. En la cárcel comenzó para ella un calvario, que duró más de un año y que concluyó en el patíbulo. Sus últimas palabras fueron: «He vivido por Cristo; quiero morir por Cristo».
Contemplando a la beata sor Restituta, podemos vislumbrar a qué cimas de madurez interior puede ser conducida una persona por Dios. Puso en peligro su vida con su testimonio del Crucifijo. Y conservó en su corazón el Crucifijo, dando un nuevo testimonio de él poco antes de ser llevada a la ejecución capital, cuando pidió al capellán de la cárcel que le hiciera «el signo de la cruz sobre la frente».
Muchas cosas nos pueden quitar a los cristianos. Pero la cruz como signo de salvación no nos la dejaremos arrebatar. No permitiremos que sea desterrada de la vida pública. Escucharemos la voz de la conciencia, que dice: «Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5,29).
De la homilía de Juan Pablo II en la misa de beatificación (Viena, 21-VI-1998)
Breve biografia
Nacida el 1 de mayo de 1894, ingreso a la Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Caridad Cristiana en 1914, se desempeño como enfermera en hospitales públicos, y en 1942 fue tomada prisionera por el régimen nacionalsocialista, por difundir la fe católica, los símbolos de la fe y el patriotismo.
Publicaciones en español
"Un diamante en las manos de Dios"
La vida de la Hna. Restituta
P.Antonio Sagardoy
"Hermana María Restituta Kafka
Documentación
Traducido del alemán por Erika Rosenberg
Traducido del alemán por Erika Rosenberg


